miércoles, 13 de octubre de 2010

Una breve independencia

La independencia de Chile
Procesos que desencadenan nuestra libertad fortuita

Antecedentes

1. Reformas borbónicas

Las reformas borbónicas son el resultado del cambio en la monarquía española (Sale la Casa de Habsburgo y entra la Casa Borbona). Los reyes, de origen francés, deciden implementar cambios en la estructura política, económica y cultural de España, como respuesta a la decadencia de dicho imperio en comparación con el resto de las potencias europeas, y como una forma de hacer entrar al humanismo y la ilustración a la idiosincrasia española, fuertemente medieval hasta entonces. Dichas reformas estaban orientadas a que la península (y más específicamente, La Corona) tuviera un mayor control sobre la vida económica de la colonia.
En el caso Chileno, el mayor flujo de productos desde España hacia América generó una saturación del mercado de ciertos productos, bajando su precio y produciendo el empobrecimiento y quiebra de muchos comerciantes locales. La designación de cargos desde España, la remoción de otros en América, como la competencia que se generó entre criollos y peninsulares, molestaron a la aristocracia Chilena, que sin cuestionar a la autoridad real, desaprobaba severamente su accionar.
La expulsión secreta de La Compañía de Jesús fue hecha a finales del siglo XVIII, por el creciente poder político y económico de dicha orden, así como también la contraposición de las ideas políticas jesuitas y de la corona: Por una parte los jesuitas defendían la idea de que el poder divino el rey emanaba del pueblo (por ende, el pueblo lo podía destituir), y por otro, la corona insistía en que su poder divino emanaba del propio Dios, a través del Papa, dejando de lado la soberanía popular. Si bien no tuvo repercusiones políticas, tuvo malas consecuencias económicas y culturales: Las tierras y escuelas, antes bien administradas por jesuitas, pasaron al control y mala gestión de la corona. En poco tiempo dichos bienes dejaron de generar ganancias y el clima de crisis se hizo más tenso.


2. Secuestro del Rey Fernando VII.

Como parte de las campañas napoleónicas, el rey Fernando VII es secuestrado, y en su lugar se designa a José Bonaparte, hermano de Napoleón Bonaparte, como Rey de España. La reacción de las colonias fue de incertidumbre y rechazo al nuevo régimen. En Chile se convocó a diversas reuniones para “guardar” el poder del Rey Fernando VII, no reconociendo la autoridad de José Bonaparte, e instaurando gobiernos autónomos locales provisorios. A su regreso, Fernando VII se encontró con una América en proceso de independencia y decidió tomar medidas drásticas para evitar mayores revueltas, creando una policía política y aboliendo cualquier cambio realizado (por independentistas o el Rey José Bonaparte) entre su captura y vuelta al poder. En esta época fue visto más como reaccionario, intolerante y pretencioso más que como un rey bondadoso recién regresado de su secuestro.


3. Influencias independentistas en la aristocracia Criolla.

Desde Francia y Estados Unidos llegaban a Chile noticias sobre revueltas antimonárquicas. La independencia de dichos países sienta el precedente en la aristocracia criolla de la posibilidad de independencia y trae consigo una serie de nuevas ideas: la libertad, la igualdad, el libre comercio, la libertad de culto, la soberanía popular, todas contrapuestas al régimen Español.
A su vez, los barcos contrabandistas de Francia e Inglaterra, sugieren que una independencia de España abarataría los costos de las mercancías, y le reportaría más beneficios a la zona. En respuesta a estas dos situaciones, algunos círculos de intelectuales y mercaderes chilenos ven la independencia de Chile como una posibilidad y una necesidad, en orden de satisfacer las ambiciones económicas y políticas de la aristocracia nacional, vapuleada por las reformas borbónicas.


4. Gobierno de García Carrasco.

En el año 1808, asume como gobernador de Chile Francisco Antonio García Carrasco, un militar exitoso con pocas dotes diplomáticas, proveniente de Concepción, ciudad históricamente enemistada con Santiago. García Carrasco decreta nuevos impuestos a la capital y se gana la antipatía de la aristocracia santiaguina, mientras que en concepción confisca el buque de contrabando Scorpion y se reparte los bienes que éste traía entre él y sus cercanos, en vez de entregarlo al fisco. Como si lo anterior le pareciese poco, se enemista con el Virrey del Río de la Plata, Baltasar Hidalgo de Cisneros, al llamarlo inepto para combatir los vientos independentistas que se sienten en Buenos Aires. Por todo esto, Antonio García pierde el respeto y la autoridad frente a la aristocracia criolla, a la que le urge destituirlo, generándose uno de los primeros levantamientos en Chile en contra de un poder designado por la corona.
Su destitución fue aprovechada por los independentistas para dejar en el poder a Don Mateo de Toro y Zambrano, un anciano muy dócil, fácilmente manipulable y conciliador. Su llegada a la gobernación de Chile fue un paso más hacia una primera junta de gobierno, y en ella éste no tuvo problemas en proclamar libre a Chile, en tanto se reconociera la autoridad real.


5. La (no) industria colonial

Uno de los factores más influyentes para la independencia es la no producción de bienes con alto valor agregado. La corona española hizo a sus colonias dependientes de sus productos manufacturados, como armas, muebles, telas, etc. Las colonias, si bien tuvieron intentos de producir estos bienes, no fueron suficientes como para abastecer a todo el continente. Producto de lo anterior, la Nueva España se hizo muy dependiente de las mercancías que llegaban desde Europa, sea en los navíos oficiales (y luego de registro), como del contrabando inglés y francés. Los virreinatos de Nueva España y de Nueva Granada, por su cercanía al “puerto oficial” vieron los bienes de alto valor agregado más baratos que el Virreinato del Perú, y por consiguiente Chile, quienes, debido a su lejanía obtenían dichos productos mucho más caros de lo que llegaban, empobreciendo a la zona. Esto también generó un intercambio desigual de productos, en donde salían de Chile Bienes y oro, y sólo entraban mercancías, lo que para términos prácticos era una pérdida constante de recursos (dado a que la moneda de la época era metálica) que no era retribuida por la metrópoli en mejoras administrativas o materiales . Con el tiempo esta situación se fue acrecentando, sin que las colonias pudieran darse cuenta del problema de fondo, pero la situación económica del continente ya estaba arruinada.



El proceso de independencia

La primera junta de gobierno chilena, más que un alzamiento independentista, fue el reflejo del miedo de la aristocracia chilena a autogobernarse, en donde deciden “guardarle” el poder al rey Fernando VII. Prueba de ello es que luego de que el dócil Mateo de Toro y Zambrano entregara el poder, la Junta de Gobierno reconoció a todos los cargos, autoridades e instituciones españolas en américa. Sólo el alienante discurso de José Miguel Infante pudo transformar esa conservadora reunión aristócrata en un protogobierno.

La dualidad entre miedo a autogobernarse y la obligación moral, política y económica de hacerlo de la oligarquía fue utilizado por los “alzados” (Comerciantes, Mercaderes, Aristócratas liberales e intelectuales antimonárquicos) para instaurar un gobierno propio, que fue duramente criticado por una gran parte de la población. La junta de Gobierno de 1810 no fue representativa de la aristocracia nacional, pues “se perdieron” las invitaciones de muchos realistas y penquistas, quienes no participaron del encuentro, y por ende, no vertieron sus opiniones al respecto. Para solucionar este problema se convoca a elecciones para conformar el primer Congreso Nacional, que se inaugura en julio de 1811 y da un paso más (quizá sin que los involucrados realistas se den cuenta) hacia la independencia.

Luego de la Junta de Gobierno de 1810 y de la conformación del Congreso Nacional, José Miguel Carrera decide que los medios regulares son demasiado lentos y se toma el poder en noviembre y diciembre de 1811, cerrando el congreso nacional y enemistándose con los que fueran sus compañeros de gobierno, Martínez de Rozas y José Marín. Sus obras fueron polémicas, especialmente su constitución, que niega el poder de España sobre Chile (paradójicamente, uno de los pocos puntos que convence de la “independencia” a muchos aristócratas), rompe relaciones con el Virreinato del Perú y consagra la soberanía popular.

Cabe destacar que la independencia no es una lucha de clases, como proponen algunos historiadores, porque si bien se contraponen proyectos políticos característicos de la Burguesía y la Aristocracia, en la práctica no hay una lucha por el control de los medios de producción o la distribución de la riqueza. Un proletario es proletario, no por ser comunista o anarquista, sino por trabajar asalariado para un capitalista, arrendando su fuerza de trabajo. Los puntos discutidos en la independencia de nuestro país no son otra cosa que la organización política, lo que en ningún caso define la “clase”. Ni si quiera podríamos hablar de una lucha “entre clases”, pues tanto la burguesía como la aristocracia se cuadran con uno y otro bando dependiendo de su conveniencia.

Volviendo a la historia lineal, luego de una junta de gobierno en 1813 y una desastrosa campaña militar de Carrera y O'higgins, la Corona española vuelve a conquistar Chile, designando como gobernador a Mariano Osorio, y luego a Casimiro Marcó del Pont, dos déspotas que gobernaron nuestro país con mano de hierro y realizaron grandes persecuciones políticas, si bien no hubieron mayores revueltas militares más que las escaramuzas muy bien representadas en la leyenda de Manuel Rodríguez.

El gran error cometido por los españoles fue recuperar sus colonias con violencia y represión. Fue más el resentimiento provocado por los excesos y la actitud reaccionaria de los gobiernos entrantes que un ideal político definido lo que provocaría el apoyo de las aristocracias locales a los independentistas. La clausura de el instituto y la biblioteca nacional fueron acciones más simbólicas que pragmáticas de la corona, innecesarias políticamente hablando, y que le dieron al nuevo gobierno una imagen maligna y retrógrada a los ojos criollos. La eficaz persecución política realizada por Marcó del Pont tensionó lo suficiente a la aristocracia y molestó lo suficiente a las clases populares como para que se plegaran al ejército libertador en cuanto éste llegara.

Luego de la Batalla de Maipú, el gobernador supremo más lógico para Chile sería San Martín, pero éste estaba demasiado ocupado en su campaña para eliminar el virreinato del Perú y consagrar la independencia de la región sin amenaza alguna de parte de España. Para suplir este vacío se le pide al ambicioso O'higgins que asuma en el cargo de Director Supremo de la República de Chile.

En el poder, O'higgins se enemistó con la aristocracia al suprimir los títulos de nobleza, los mayorazgos, escudos familiares y la esclavitud. Y con el bajo pueblo al suprimir las corridas de toros, peleas de gallos, ramadas, juegos de azar y procesiones nocturnas. Si bien fue demócrata en su tiempo, prontamente se convetiría en un predecesor -quizá con mayor sensibilidad social- de Portales, abogando por un ejecutivo fuerte en tanto el pueblo no esté preparado para ejercer política, quizá como una manifestación de su ego y autosuficiencia. La insensatez de O'higgins para realizar reformas políticas, el asesinato de Carrera y sus ambiciones de gobernar por 10 años más lo sepultaron políticamente. En el año 1823 se le pide su renuncia, y tras un breve período de resistencia, éste abdica y se exilia en Perú.
Irónicamente, en el tiempo de ensayos constitucionales y el primer gobierno de la república conservadora, habrán sectores de la aristocracia que piden el regreso de O'higgins al poder, como único líder capaz de organizar eficiente y ordenadamente el país.



Balance de la independencia

La independencia es el resultado inevitable de una seguidilla de errores políticos de la dinastía Borbona. Si bien las bases para la revolución fueron hechas por la casa de Habsburgo, la solución a dichos problemas no era otra cosa que abogar por los intereses de américa y no de la corona. De haber dado más libertades y derechos a las colonias los oligarcas no hubieran visto en la independencia una forma de aumentar sus ganancias económicas.

Otro punto a considerar es el poder político y militar que tienen las familias aristócratas criollas. Cada familia aristócrata se adjudicaba una cierta cantidad de trabajadores inquilinos, peones y encomendados que cumplían diversas funciones al interior de las haciendas. La Hacienda, más que un espacio de convivencia y desarrollo del trabajo, era un feudo. Los trabajadores de las haciendas podían cultivar la tierra como tomar las armas de su patrón si éste lo requiere, y en los momentos en que se herían las sensibilidades -políticas, religiosas o económicas- de la pretenciosa aristocracia, ésta no dudaba en recurrir a su pequeño batallón de esclavos si fuese necesario. El bajo pueblo no tuvo nunca participación ni menos poder político, pero fue un garrote muy eficaz de la oligarquía. Este fenómeno se mantuvo incluso hasta las disputas de poder entre conservadores y liberales a mediados del siglo XIX.

Por último, es necesario decir que la independencia no cambió ninguna estructura histórica. El poder económico, político y militar, si bien cambió en la forma de orgnizarse, seguiría siendo propiedad de unos pocos hasta el siglo XX, y los procesos y cambios sociales se seguirían dando en función de los intereses de la oligarquía. Con la entrada en crisis de la identidad aristocrática a principios del 1900 y el nacimiento de movimientos juveniles burgueses por una mejor distribución de la riqueza, recién podríamos hablar de una República de Chile alejada del modelo de poder político colonial, modelo que perdura hasta nuestros días en las forma de producción en las que se sustenta nuestra economía.