jueves, 18 de octubre de 2012

Poder


¿Acaso el dinero mueve al mundo? ¿Es realmente el dinero lo más importante que hay en nuestra historia, la motivación de guerras, auges y caídas? Yo creo que es el poder. El sencillo acto de hacer que algo o alguien haga B sin necesitar o querer hacerlo, forzar un cambio conductual, personal o colectivo. El poder significa una extensión de la voluntad y del cuerpo para lograr cualquier fin que se proponga, en tanto sea proporcional a la cantidad de poder que se ostente. Porque sí, el poder es cuantitativo, aunque no exista una forma universal de medirlo y expresarlo, el poder se tiene en cantidad.

Y es que a lo largo de la historia hemos intentado representar el poder como algo físico, más allá de los medios concretos para su obtención (violencia y belicismo, emocionalidad y retórica, relaciones sociales, etc.) Hoy por hoy, dinero es la representación concreta del poder. Quien tiene dinero puede comprar muchas cosas, medios para lograr sus fines, puede pagar influencia y fuerza. El Dinero, lejos de ser una representación abstracta de los bienes que existen en un mercado, es la representación concreta del poder, reflejada en esos bienes o riquezas. El afán de dinero es, en el fondo, afán de poder. Se entiende que el dinero es finito, pero el poder no lo es. Por ello la acumulación constante y sonante, la desesperación por las cifras positivas y una acumulación que progrese con el menor uso de ese potencial posible.

Una redistribución de la riqueza, entonces, es, a la vez, consecuencia y resultado de una redistribución de poderes. La misma democracia contemporánea funciona como una expresión del sistema económico, en el que pocas personas influyen a grandes cantidades de personas para que cedan su pequeña cuota de poder y los mantengan en la misma situación en la que están. El sistema económico y el capitalismo financiero hacen lo mismo con los consumidores: cada individuo representa un pequeño monto de capital que se produce mensualmente, y que los bancos aspiran a acaparar para que sus aportes mantengan funcionando a todo el sistema.

La banca se relaciona estrechamente con la política legislativa a través del lobby. El lobby no sería posible sin dinero: los viajes, regalos y depósitos con lo que se intenta seducir (y en el fondo, ejercer poder) a los congresistas. La unión entre el poder del estado y el poder del dinero se hace patente el lobby.

Los dispositivos de dominación son variados: la normalización cultural que impone la televisión y los medios de comunicación masivos y concentrados, que a través del entretenimiento nos hipnotizan para el consumo. El poder se ejerce generando crisis monetaria: crisis de poder, crisis de dinero; ergo: hambre y necesidad, sumisión. El poder se ejerce mediante la formación, a través de la amenaza del castigo para impulsar a los individuos a adquirir costumbres y conocimientos; el uniforme en la escuela y el trabajo como anulación de la identidad personal, la numeración del individuo que mata toda idea, la individualización de la crítica y la colectivización de la culpa para mantener anulada la identidad, baja la moral y alta la sumisión. El orden como imposición, en la sociedad, en la calle y en las familias. La obediencia es guardada por madres y policías, fuerzas coercitivas que defienden por igual un modelo de sociedad, por un lado el proyecto familiar, por otro el proyecto oligárquico de distribución de poder.

Quien no sabe cómo actúa el poder no puede desarmarlo. Por eso el mayor poder que se puede ejercer sobre alguien es quitarle el saber. Saber es poder. Quien no sabe que está siendo coercionado por alguien, no puede rebelarse contra esa manipulación. De ahí la importancia de la mala educación, de la incapacidad de crítica, de la incapacidad de organización, de borrar la memoria y evitar el análisis; evadir desde la niñez completamente el cuestionamiento al poder, definiendo un modelo de crianza que genera autómatas.

Si nuestro fin es la paz, el equilibrio, la felicidad, la sustentabilidad de nuestra especie, no podemos permitir que el poder se concentre. La concentración del poder causa que los caprichos acaben con vidas y con el mundo. Para ello, la retoma del poder debe partir por una retoma del conocimiento, la contestación de discursos y la generación de identidades individuales, voluntades colectivas y la organización por la retoma del dinero para que sea de todos, y en definitiva, nos demos cada uno cuotas de poder.

El fin del poder, es la autonomía. Si en un mundo utópico nuestra voluntad es de hierro, nuestra consciencia infinita y nuestro saber un bien consolidado, el poder deja de tener formas ni razones para ser, pero en tanto sigamos como entes imperfectos, el poder seguirá siendo no sólo algo que existe, sino también algo necesario para el entramado social, las redes que necesitamos crear y mantener para hacer vida en sociedad dependen de relaciones de poder, que hoy por hoy son verticales, pero que se pueden dar en cualquier sentido. 

sábado, 15 de septiembre de 2012

#YoNoPrestoElVoto, o por qué la desconfianza en la política impide mejorar la política

Hace no muchos días me enteré de la campaña que están emprendiendo varios grupos de estudiantes secundarios y universitarios de “funar” las elecciones a través de la iniciativa #YoNoPrestoElVoto, que hace un llamado a no votar por quienes, por años, nos han traicionado usando sus cargos para fines personales. También es, tácitamente, un llamado a no votar.

Comparto plenamente la idea de que los políticos se han convertido prácticamente en una casta dentro de nuestro país, y que al momento de enfrentarse a las elecciones no hay realmente ninguna capacidad de elegir alternativas políticas. Se vota por un apellido, por una sonrisa, por el candidato que sale al lado de Bachelet, Golborne o Allamand. El sistema binominal y los partidos políticos tradicionales (todos entre el Partido Comunista y la UDI) nos han acostumbrado que no importe por quién se vote “seguiremos igual”. Comparto esa opinión.

En mi comuna por lo menos, Santiago Centro, no importa si voto por Zalaquett o por Tohá. Quizás Zalaquett encarna algunas de las peores cosas que puede encontrar uno en militantes de la UDI. Pero sea como sea, Tohá es de la misma concertación que no apoyó a los estudiantes en la revolución pingüina del 2006 y tanto ella como el abanderado de la derecha van a seguir dando concesiones a cafés para que funcionen como prostíbulos encubiertos, seguirán permitiendo la destrucción del patrimonio arquitectónico e histórico de la comuna para la construcción de edificios de departamentos y no ofrecen soluciones concretas a los problemas de seguridad, infraestructura vial ni creación y cuidado de áreas verdes que necesita la comuna.
Sólo en el último año algunas voces dentro de la concertación han levantado propuestas radicales como la asamblea constituyente (Algunos miembros del partido radical), pero también otros han repudiado esas iniciativas escudándose en lo cómoda que están los políticos en Chile (Escalona y su discurso que no vale la pena comentar). Si algo han hecho Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet ha sido consolidar el modelo neoliberal en nuestro país, y lo han defendido con dientes y uñas. No son oposición. Pueden diferir de los valores morales del Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero no son distintos en absoluto a la UDI y RN en todo lo demás. Y el hecho de que con tanto empeño el Partido Comunista busque entrar en la Concertación, y que sus diputados tengan tan bajo perfil en el congreso es también señal inequívoca de que pertenece, o quiere pertenecer a nuestra “casta política”.

Por eso puedo comprender, y hasta incluso compartir la campaña de #YoNoPrestoElVoto, porque yo tampoco quiero usar mi recién ganado poder de voto para elegir a los mismos de siempre. Pero donde difiero, y donde creo que se manifiesta la inmadurez de la iniciativa, es que en vez de proponer una alternativa, es una funa total ¿qué sucede con candidatos ciudadanos que sí se posicionan como una alternativa como Josefa Errázuriz? ¿qué sucede con los intentos de los jóvenes de incursionar en la política? El sistema necesita cirugía mayor, pero eso no significa que todas las campañas e intentos de entrar en la política sean malos.

Incluso si se vea como una alternativa relativamente sensata el no elegir ninguna alternativa, me preocupa la falta de visión política. El movimiento social no puede triunfar si no ocupa los espacios políticos, y no podemos esperar eternamente la muerte de los partidos políticos tradicionales, ni que quienes están extremadamente cómodos con el modelo vayan a hacer algo por cambiarlo. Para acompañar la funa a estas elecciones debería venir, a lo menos, la idea de construir un nuevo referente, diferente del Partido Comunista y la Concertación, ideado y controlado por quienes están (estamos) hartos de la política convencional.

Por eso, no basta con funar la política tradicional para cambiarla. Dar vuelta la cabeza y dedicarse sólo a la crítica sólo dejará que las cosas sigan su curso sin los jóvenes, que hasta ahora no han sido una fuerza política. En mi caso, #YoNoPrestoElVoto a nadie, pero tampoco quiero desperdiciarlo. 

Camilo A. García

jueves, 16 de agosto de 2012

La difícil tarea de profundizar el debate secundario


Siempre he sido muy crítico del fundamentalismo en las organizaciones secundarias. La polarización de posturas finalmente limita el debate a cosas básicas, como la inclusión (o no) de partidos políticos, o la desmunicipalización de la enseñanza; cosas en las que se puede tener total consenso o división, sin matices. En esos casos es fácil levantar arengas (como funar las elecciones) para arrear a la mayor cantidad de colegios a cada organización (son ideas atractivas, que suenan radicales) y llamarse consecuente ante ideas básicas, pero el análisis sobre educación se detiene y el discurso público de los voceros pierde base y sentido.

Para hacer cualquier cambio democrático hay que lograr primero un cambio en las conciencias de la ciudadanía. El año pasado se introdujo el movimiento estudiantil con grandes manifestaciones culturales que le gustaron mucho a la gente. Este año la tónica ha sido la represión policial de cualquier manifestación de descontento que, por supuesto, vuelve a los jóvenes más violentos. Estas manifestaciones de violencia son naturales, no son demoniacas ni mucho menos van a partir al país en dos, pero la visión que la opinión pública tiene de ellas es nefasta. Independientemente de si se apoya o no la violencia callejera, un poco de cinismo a la hora de hablar del tema no vendría mal. Responder a ese tipo de cuestionamiento, con propuestas y soluciones concretas en educación, tampoco.

Y es que las demandas actuales del movimiento secundario evidencian el estado de agonía por el que pasa la educación en Chile: Si las tres mayores demandas son reconstrucción, cese de hostigamiento político y desmunicipalización, entonces quiere decir que ni si quiera existen las condiciones básicas para estudiar y debatir (perfecto, eso lo sabíamos todos). Llevar la discusión más allá de lo superficial sería una excelente idea. Claramente cuando tienes un colegio de cartón es difícil pensar en teorías educativas, pero para las asambleas no es tan complicado. Se hizo el 2006 y se puede hacer este 2012.

Hablar de, por ejemplo, ¿cómo deberían aprender los estudiantes? ¿de qué forma tiene que modificarse la relación entre los estudiantes y sus profesores y colegio para que mejore la calidad de la enseñanza? Son preguntas difíciles y que tienen necesariamente un trasfondo ideológico (¿qué rol tiene el profesor? ¿es una autoridad o es un guía? ¿deben ser los colegios inclusivos? ¿cómo se justifica el autoritarismo de los sostenedores en el modelo?) pero necesarias para la evolución del movimiento, y evitar estancarse en discursos “panfleto” como los que he escuchado últimamente, que sólo buscan agitar a una masa de personas que por lo demás ya es consciente de los problemas. Profundizar el debate es, además, empoderarse y dar un paso adelante, decirle al gobierno y la ciudadanía que los secundarios no sólo luchan, sino que tienen la madurez para pensar en soluciones para el mayor problema que hay en este momento: la educación escolar.

Incluso una nueva forma de pensar en la incursión política. La constitución chilena debe ser cambiada, y el proceso constituyente es una necesidad, pero rechazar cualquier intento de participar en política es nefasto. En un sistema político que necesita más jóvenes no se puede tener a las organizaciones de jóvenes llamando traidores a quienes opten por una vía “oficial”; más allá de las aprehensiones que se puedan tener con los partidos políticos, que comparto totalmente, la vía oficial, lejos de ser traición, es una propuesta alternativa para llegar a un mismo objetivo, válida en tanto mantenga sus ideales.

Con un discurso más majadero, que haga énfasis constante en los errores del gobierno, la perversidad del actuar de las FFEE en las movilizaciones, los montajes y la relación evidente que hay entre los políticos y el negocio de la educación se puede neutralizar la campaña de desprestigio del gobierno, e incluso contrarrestarla. Un debate sobre educación que crezca en complejidad y en propuestas, que bien puede ser ayudado por académicos que apoyan al movimiento; y mayor tolerancia hacia los proyectos distintos que puedan emerger del movimiento social, el movimiento estudiantil puede convertirse en un movimiento ciudadano, político e ideológico que logre cambiar la educación y la democracia en Chile.

Camilo A. García

domingo, 8 de abril de 2012

Un país de mierda


Anteriormente ya había dicho que no me gusta vivir en un país que es incapaz de aceptar que soy un ser capaz de amar. Quizá si lo acepte, sólo que no quiere o no le gusta o sencillamente es un país de mierda. Yo mismo me siento un poco parte de esa mierda por usar el caso de Daniel Zamudio como ejemplo, por manosear el nombre de ese compañero de “gremio” que fue enterrado con esvásticas grabadas en su cuerpo.



El odio y la intolerancia alcanzaron su punto más alto, no en  Daniel, sino en los descerebrados de sus agresores. Los estúpidos nazis chilenos no son nada más que una parte de nuestra idiosincrasia hecha persona. Hay una carta en la puerta de la posta central sobre “nuestra cultura de la burla”. Nuestra cultura promueve muchos tipos de odio y no nos damos cuenta, o no nos interesa, o nos interesa sólo cuando muere alguien. Es una situación incómoda y hay que sacar un discurso progresista para salir de ella. Si hasta Zalaquett ahora apoya a los homosexuales después de todas las redadas que han hecho los nazis en el Parque San Borja o en el Parque Forestal y de las que el municipio ha sido testigo y cómplice.

El humor sobre los homosexuales es siempre una exageración de nuestra sexualidad, el término “maricón”, por mucho que el SERNAM quiera volverlo sinónimo de agresión a la mujer, significa “poco hombre”, y en el fondo, “homosexual”. Es un termino despectivo difundido  cuando, hace no tan poco, ser homosexual era un crimen. Así como desde pequeños sabemos que “maricón” es algo malo, también sabemos que tenemos que ser “bien hombrecitos para nuestras cosas” porque las mujeres son demasiado mujeres para el honor. Y crecemos con la idea de la unidad nacional y el orden público como objetos últimos de la política.

Somos mucho más fascistas de lo que creemos ser. No nos permitimos la discrepancia, ni la protesta. No permitimos que nuestros niños respondan a nuestros retos. No podemos protestar, ni agarrarnos a trompas con el carabinero que nos agarra a palos. Pedimos sumisión y llamamos al odio. Llamamos al odio Llamamos al odio Llamamos al odio. Quiero repetirlo hasta quedar disfonico. En un país que odia los nazis son sólo una consecuencia lógica. Me da igual si se dicen “neonazis”, “nacional socialistas” (NAZI, en alemán), “nacionalistas” o miembros del Frente Orden Nacional. Como sea son enfermos vástagos de una sociedad que los parió para ignorarlos y culparlos de sus vergüenzas. Y están creciendo en número.




Estoy hastiado con toda esta hipocresía de país correctito que le achaca la pobreza a la flojera para poder quitarse responsabilidad. Cuando tapamos nuestra intolerancia con mandatos morales como “la familia”; cuando hablamos de la santidad de la vida desde la concepción y nos olvidamos de los vivos una vez que nacen.

Por respeto a Daniel Zamudio lo voy a dejar en paz, y voy a hablar y cargar con los verdaderos culpables, que somos todos nosotros.