Comparto plenamente la idea de que los
políticos se han convertido prácticamente en una casta dentro de nuestro país,
y que al momento de enfrentarse a las elecciones no hay realmente ninguna
capacidad de elegir alternativas políticas. Se vota por un apellido, por una
sonrisa, por el candidato que sale al lado de Bachelet, Golborne o Allamand. El
sistema binominal y los partidos políticos tradicionales (todos entre el
Partido Comunista y la UDI) nos han acostumbrado que no importe por quién se
vote “seguiremos igual”. Comparto esa opinión.
En mi comuna por lo menos, Santiago Centro, no
importa si voto por Zalaquett o por Tohá. Quizás Zalaquett encarna algunas de
las peores cosas que puede encontrar uno en militantes de la UDI. Pero sea como
sea, Tohá es de la misma concertación que no apoyó a los estudiantes en la revolución
pingüina del 2006 y tanto ella como el abanderado de la derecha van a seguir
dando concesiones a cafés para que funcionen como prostíbulos encubiertos,
seguirán permitiendo la destrucción del patrimonio arquitectónico e histórico
de la comuna para la construcción de edificios de departamentos y no ofrecen
soluciones concretas a los problemas de seguridad, infraestructura vial ni
creación y cuidado de áreas verdes que necesita la comuna.
Sólo en el último año algunas voces dentro de
la concertación han levantado propuestas radicales como la asamblea
constituyente (Algunos miembros del partido radical), pero también otros han
repudiado esas iniciativas escudándose en lo cómoda que están los políticos en
Chile (Escalona y su discurso que no vale la pena comentar). Si algo han hecho
Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet ha sido consolidar el modelo neoliberal en
nuestro país, y lo han defendido con dientes y uñas. No son oposición. Pueden
diferir de los valores morales del Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero
no son distintos en absoluto a la UDI y RN en todo lo demás. Y el hecho de que
con tanto empeño el Partido Comunista busque entrar en la Concertación, y que
sus diputados tengan tan bajo perfil en el congreso es también señal inequívoca
de que pertenece, o quiere pertenecer a nuestra “casta política”.
Por eso puedo comprender, y hasta incluso
compartir la campaña de #YoNoPrestoElVoto, porque yo tampoco quiero usar mi
recién ganado poder de voto para elegir a los mismos de siempre. Pero donde
difiero, y donde creo que se manifiesta la inmadurez de la iniciativa, es que
en vez de proponer una alternativa, es una funa total ¿qué sucede con
candidatos ciudadanos que sí se posicionan como una alternativa como Josefa Errázuriz?
¿qué sucede con los intentos de los jóvenes de incursionar en la política? El
sistema necesita cirugía mayor, pero eso no significa que todas las campañas e
intentos de entrar en la política sean malos.
Incluso si se vea como una alternativa
relativamente sensata el no elegir ninguna alternativa, me preocupa la falta de
visión política. El movimiento social no puede triunfar si no ocupa los
espacios políticos, y no podemos esperar eternamente la muerte de los partidos
políticos tradicionales, ni que quienes están extremadamente cómodos con el
modelo vayan a hacer algo por cambiarlo. Para acompañar la funa a estas
elecciones debería venir, a lo menos, la idea de construir un nuevo referente,
diferente del Partido Comunista y la Concertación, ideado y controlado por
quienes están (estamos) hartos de la política convencional.
Por eso, no basta con funar la política
tradicional para cambiarla. Dar vuelta la cabeza y dedicarse sólo a la crítica
sólo dejará que las cosas sigan su curso sin los jóvenes, que hasta ahora no
han sido una fuerza política. En mi caso, #YoNoPrestoElVoto a nadie, pero
tampoco quiero desperdiciarlo.
Camilo A. García