¿Acaso el dinero mueve al mundo? ¿Es realmente el
dinero lo más importante que hay en nuestra historia, la motivación de guerras,
auges y caídas? Yo creo que es el poder. El sencillo acto de hacer que algo o alguien
haga B sin necesitar o querer hacerlo, forzar un cambio conductual, personal o
colectivo. El poder significa una extensión de la voluntad y del cuerpo para
lograr cualquier fin que se proponga, en tanto sea proporcional a la cantidad
de poder que se ostente. Porque sí, el poder es cuantitativo, aunque no exista
una forma universal de medirlo y expresarlo, el poder se tiene en cantidad.
Y es que a lo largo de la historia hemos intentado
representar el poder como algo físico, más allá de los medios concretos para su
obtención (violencia y belicismo, emocionalidad y retórica, relaciones
sociales, etc.) Hoy por hoy, dinero es la representación concreta del poder.
Quien tiene dinero puede comprar muchas cosas, medios para lograr sus fines,
puede pagar influencia y fuerza. El Dinero, lejos de ser una representación
abstracta de los bienes que existen en un mercado, es la representación
concreta del poder, reflejada en esos bienes o riquezas. El afán de dinero es,
en el fondo, afán de poder. Se entiende que el dinero es finito, pero el poder no
lo es. Por ello la acumulación constante y sonante, la desesperación por las
cifras positivas y una acumulación que progrese con el menor uso de ese
potencial posible.
Una redistribución de la riqueza, entonces, es, a la
vez, consecuencia y resultado de una redistribución de poderes. La misma
democracia contemporánea funciona como una expresión del sistema económico, en
el que pocas personas influyen a grandes cantidades de personas para que cedan
su pequeña cuota de poder y los mantengan en la misma situación en la que
están. El sistema económico y el capitalismo financiero hacen lo mismo con los
consumidores: cada individuo representa un pequeño monto de capital que se
produce mensualmente, y que los bancos aspiran a acaparar para que sus aportes
mantengan funcionando a todo el sistema.
La banca se relaciona estrechamente con la política
legislativa a través del lobby. El lobby no sería posible sin dinero: los
viajes, regalos y depósitos con lo que se intenta seducir (y en el fondo,
ejercer poder) a los congresistas. La unión entre el poder del estado y el
poder del dinero se hace patente el lobby.
Los dispositivos de dominación son variados: la
normalización cultural que impone la televisión y los medios de comunicación
masivos y concentrados, que a través del entretenimiento nos hipnotizan para el
consumo. El poder se ejerce generando crisis monetaria: crisis de poder, crisis
de dinero; ergo: hambre y necesidad, sumisión. El poder se ejerce mediante la
formación, a través de la amenaza del castigo para impulsar a los individuos a
adquirir costumbres y conocimientos; el uniforme en la escuela y el trabajo
como anulación de la identidad personal, la numeración del individuo que mata
toda idea, la individualización de la crítica y la colectivización de la culpa
para mantener anulada la identidad, baja la moral y alta la sumisión. El orden
como imposición, en la sociedad, en la calle y en las familias. La obediencia
es guardada por madres y policías, fuerzas coercitivas que defienden por igual
un modelo de sociedad, por un lado el proyecto familiar, por otro el proyecto
oligárquico de distribución de poder.
Quien no sabe cómo actúa el poder no puede desarmarlo.
Por eso el mayor poder que se puede ejercer sobre alguien es quitarle el saber.
Saber es poder. Quien no sabe que está siendo coercionado por alguien, no puede
rebelarse contra esa manipulación. De ahí la importancia de la mala educación,
de la incapacidad de crítica, de la incapacidad de organización, de borrar la
memoria y evitar el análisis; evadir desde la niñez completamente el
cuestionamiento al poder, definiendo un modelo de crianza que genera autómatas.
Si nuestro fin es la paz, el equilibrio, la felicidad,
la sustentabilidad de nuestra especie, no podemos permitir que el poder se
concentre. La concentración del poder causa que los caprichos acaben con vidas
y con el mundo. Para ello, la retoma del poder debe partir por una retoma del
conocimiento, la contestación de discursos y la generación de identidades
individuales, voluntades colectivas y la organización por la retoma del dinero
para que sea de todos, y en definitiva, nos demos cada uno cuotas de poder.
El fin del poder, es la autonomía. Si en un mundo
utópico nuestra voluntad es de hierro, nuestra consciencia infinita y nuestro
saber un bien consolidado, el poder deja de tener formas ni razones para ser,
pero en tanto sigamos como entes imperfectos, el poder seguirá siendo no sólo
algo que existe, sino también algo necesario para el entramado social, las
redes que necesitamos crear y mantener para hacer vida en sociedad dependen de
relaciones de poder, que hoy por hoy son verticales, pero que se pueden dar en
cualquier sentido.