Se acercan las primarias y algunos colegios
están tomados. Horror. Los valores de la democracia se han perdido y los
estudiantes no respetan la institucionalidad republicana. Los medios discuten y
le preguntan a cuanta figura pública encuentran asociada a la política sobre si
deben desalojarse los colegios. El SERVEL desde las sombras amenaza con enviar
a las fuerzas armadas, las históricas “garantes” del sistema estatal. Entonces
muchos pensamos en que los estudiantes no son un enemigo y los militares están
para combatir enemigos ¿hay un enemigo interno? Otros, muchos otros, dicen que
sí, que ya es suficiente, que tienen que irse a clases, que hay que castigarlos
y que los militares en los colegios van a abrir paso a la “verdadera” forma de
hacer cambios; las elecciones.
Si bien yo pertenezco a un movimiento con mucha
vocación de poder (Revolución Democrática), lo primero que tengo que reconocer
en el escepticismo de los estudiantes, y lo que le resta peso a las elecciones
como argumento para desocupar los colegios, es que el sistema electoral no
cambia nada en la práctica. Hasta ahora en los debates televisados hemos visto
nula diferenciación entre los candidatos de la alianza, que a su vez no se
distancian en nada del actual gobierno; mientras que en la concertación, si
bien ahora se llaman a sí mismos “nueva mayoría”, mantienen el discurso y las
propuestas (con matices hacia la centro-izquierda con Gómez y hacia la derecha
con Velasco) de una vieja minoría que ya estuvo 20 años en el poder, y que
frente a los estudiantes se han deslegitimado tras desoír sus demandas y
consolidar un modelo que aún hoy son reticentes a cambiar. La elección para
esta nueva generación, y particularmente para los estudiantes movilizados, es
entre dos grupos que sólo se diferencian en temas valórico-eclesiásticos. Ello
le quita validez a las primarias, pues los bandos que participan de ellas no
son lo suficientemente heterogéneos como para dar la idea de efectividad del
voto, así como también, si miramos a los parlamentarios que muchas veces
acompañan a los candidatos de primarias, recordamos también que el binominal
mantiene al congreso (y al modelo) igual de estáticos que las primarias.
Cómo se espera entonces que los estudiantes que
han nacido bajo el alero de la Concertación y su eterna y superficial batalla
con la Alianza, valoren la democracia como aquellos que vivieron la dictadura,
si para ellos el sistema democrático no ha mejorado en nada su calidad de vida,
sino que ha perpetuado las desigualdades que existen en la sociedad. Actualmente
la única manifestación democrática a la que se hace referencia para defender el
“modelo democrático chileno” es el plebiscito que acabó con la dictadura, a pesar
de que en democracia heredamos sus mecanismos represivos y la estructura de las
FFAA y de orden se ha mantenido en las mismas condiciones.
Esto me lleva al segundo punto: ¿Deben ser las
Fuerzas Armadas los vigilantes del proceso eleccionario? ¿Si la sociedad civil,
o una parte de ella ocupan un espacio destinado a las elecciones, debe enviarse
a las FFAA en vez de buscar otro local? A veces uno no se cuestiona ciertas
cosas que parecen casi naturales, pero en lo personal creo que el que hayan
militares “defendiendo” la democracia me parece un resabio muy duro de un
sistema marcial que no quiere irse de nuestro país. El sólo hecho de plantear el
desalojo por la vía militar es considerar a los estudiantes movilizados como un
enemigo a combatir. En lo personal no creo que Chile tenga enemigos que
combatir, ni creo que existan, ni aquí ni en ninguna parte, enemigos internos
de un Estado. Obviamente, lo que nuestros militares y carabineros siguen
aprendiendo desde EEUU y su base en Concón es todo lo contrario.
Incluso dejando a las FFAA de lado, a los
militares vestidos de camuflaje verde que tanto se nos viene a la mente, en
este momento, las FFEE de Carabineros son un ente militar de choque entre el
Estado y la sociedad civil, son un ejército interno que ha sido usado para
maltratar y torturar no sólo a estudiantes, sino también trabajadores y
secundarios. Justo por estos días Observadores de DDHH hace una muestra sobre
lo que se ha constatado en torturas desde Fuerzas Especiales de Carabineros
hacia estudiantes.
Realmente como país tenemos poco y nada que
rescatar de nuestra democracia más que su simbolismo. El mismo simbolismo de la
democracia que los estudiantes son incapaces de comprender porque se los priva
de educación cívica cuando están en la escuela. Un país en donde las
instituciones son inamovibles, en donde las elecciones no cambian nada, en
donde el Congreso está atado de manos y en donde las instituciones represoras y
la lógica de la fuerza armada contra el pueblo sigue imperando en el qué hacer
estatal, es imposible pedirle a los estudiantes que desocupen su lugar de
estudio, que sienten les pertenece mucho más que un sistema que no les da
cabida ni solución a sus problemas.