Disparates Póstumos
lunes, 15 de julio de 2013
A mí nadie me enseñó a ser pasivo
Para los que anden perdidos, ser pasivo es ser penetrado analmente durante el sexo entre hombres. Usualmente cuando alguien dice ser homosexual, gay o bisexual, el impacto que genera la noticia es producto de que se nos ha acostumbrado a imaginar inmediatamente al individuo teniendo sexo. Humoristas como Tony Esbelt, varios sketch del Club de la Comedia y otros de su clase presentan una imagen tristemente popularizada del homosexual hipersexuado, que sólo puede pensar en ser penetrado o en conseguir la mayor cantidad de penes posibles, y que ha renunciado al género masculino. Es por esto que en el imaginario de muchas personas el homosexual es una persona que tiene inevitablemente una dicotomía “hombre-mujer” dentro de su existencia, alguien que es sinónimo de sexo y cuya vida amorosa o aspecto emocional se ve completamente opacado por el ejercicio de su sexualidad.
La imagen del hombre penetrado es violenta: muchos la encuentran asquerosa, supone un hombre que renuncia a su masculinidad para ser accedido como una mujer. Algunos lo hacen siempre, dejan de usar su pene y sienten el placer por el ano-próstata-recto; otros, como yo, lo hacemos ocasionalmente, alternando entre el rol activo y pasivo. Como sea, dentro del mismo mundo homosexual hay bromas en torno al que ejerce el rol pasivo en la relación, y para muchas personas, el penetrador es “más hombre” que el penetrado. Los roles de género se trastocan, pero cuando me penetran yo sigo siendo hombre, sigo teniendo pene ¿Qué nos ha llevado a pensar que un mecanismo de placer que se encuentra naturalmente en los hombres, no debe ser usado, o que es una afrenta al sexo masculino? ¿Qué nos causa tanto horror?
La verdad es que es la mala educación. Todos tenemos ano, todos los hombres tenemos próstata, por tanto todos podemos disfrutar, de una u otra forma, del sexo anal (por razones de espacio no me referiré en esta columna a las mujeres, pero les dedicaré su columna en otro momento). Hoy en Chile la educación sexual es inexistente, el Estado reniega de su deber de educar en el uso y cuidado del cuerpo, por tanto a nadie se le dice que según el Informe Kinsey, el estudio sobre la sexualidad masculina más grande y acabado jamás hecho, muchos más hombres de los que pensamos, pueden verse eróticamente atraídos y estimulados por personas de su mismo sexo, o que el juego anal puede ser parte de rituales sexuales perfectamente heterosexuales. De hecho, todo lo que sabemos sobre sexo no-reproductivo, lo sabemos por el porno, por lo que le pasó al a amigo de un amigo, por las bromas de mal gusto de un comediante, o cualquier otro medio informal (y sesgado, por lo demás). Sexo oral, sexo anal, masturbación, frotación, fetiches y un sinfín de prácticas sexuales que existen y se practican, no tienen cabida en la educación formal por valores morales importados desde la fe, sin sustento lógico o práctico. Ni si quiera la penetración vaginal convencional tiene su explicación responsable.
Los jóvenes no estamos aprendiendo autocuidado, y la imagen que se tiene actualmente del autocuidado es saber usar un condón, anticonceptivos y tener sexo preferentemente con la persona con la que tenemos una relación afectiva ¿Y el sexo fuera del pololeo? ¿Y si andamos calientes? ¿Y si soy homosexual y quiero que me penetren? A mí nadie me enseñó a ser pasivo, nunca supe que tenía que usar un lubricante especial, que tenía que tener cuidados particulares con mi higiene interna y externa, que el condón es primordial por razones que van más allá del VIH, nadie si quiera me dijo que ser pasivo no tiene nada de malo, y cuando quise intentarlo sentía culpa y dolor. La misma culpa y dolor que sienten las niñas calientes que les dicen putas y las denigran porque no callan su sexualidad, el mismo riesgo que corre cualquier adolescente hoy al experimentar con su cuerpo: no saber usarlo bien, tener prejuicios con su propio deseo. Y usar bien el cuerpo no tiene que ver con que hay cosas que deban o no deban hacerse, sino que para vivir una sexualidad plena, debe hacerse todo lo que se quiera de forma responsable, y así hay partes del cuerpo que por su naturaleza hay que tratar de forma distinta, como el ano, que debe estar dilatado, lubricado artificialmente y bien higienizado antes de practicar el sexo a través de él.
Esta falta de educación sexual a consciencia, sin los artificios del pololeo y la moralidad eclesiástica, es lo que genera una alta tasa de contagio de ITS (infecciones de transmisión sexual), lo que genera embarazo adolescente, lo que genera traumas relacionados con el sexo y el deseo, lo que genera el desborde sexual de los jóvenes que buscan como sea un escape para su bullente sexualidad reprimida por el silencio y las malas enseñanzas. Nos urge ahora una educación sexual laica, objetiva, pluralista, inclusiva y de calidad para todos.
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viernes, 12 de julio de 2013
Preparándonos para la guerra moderna
No hace
mucho Edward Snowden nos ha regalado su vida y junto con ella, miles de
documentos que fue acumulando en su tiempo trabajando para los organismos de
inteligencia de EEUU. En ellos se manifiesta que la NSA (Agencia Nacional de
Seguridad de Estados Unidos) tiene acceso a los datos (nuestros datos) de
prácticamente todas las grandes compañías de internet, que hace escuchas
telefónicas secretas a todos los clientes de un proveedor de telefonía con
millones de usuarios y que ha utilizado leyes secretas y aprobadas en tiempos
de la guerra en Irak para vulnerar el derecho a la privacidad e inmiscuirse en
las vidas de los ciudadanos, no sólo de EEUU, sino también del mundo. Los
gobiernos alrededor del globo han tenido una respuesta, a lo menos, floja, en
relación a que los datos de ciudadanos de los 5 continentes están siendo
examinados por la potencia norteamericana. Esto demuestra que, o los gobiernos
están al tanto, o tienen programas similares (véase a Francia y lo que se
reveló de sus programas de espionaje), o la impunidad de Estados Unidos es tan
grande que nadie cuestiona que se inmiscuya en los asuntos de ciudadanos que no
le corresponden.
Hace mucho
tiempo, en el siglo XIX, durante el gobierno de Abraham Lincoln y la guerra de
secesión existió una medida similar: todas las comunicaciones telegráficas de
EEUU se redirigieron al departamento de seguridad del gobierno y desde allí se
orquestó la censura de medios, la detención de personas y se obtuvo información
sensible que permitió terminar con la guerra. Eventualmente, el espionaje se
hizo innecesario y dejaron de prestarle atención a lo que la gente se telegrafiaba.
Hoy, tal como hace más de 100 años, en EEUU arguyen que es la guerra (hoy
“contra el terrorismo y el narcotráfico”) lo que los motiva a generar este tipo
de programas y que éstos han salvado vidas y evitado incidentes graves. El
problema es que la guerra de secesión tuvo victoriosos y tuvo un final ¿Cuándo
se acaba la guerra contra el terrorismo? ¿Existe realmente una guerra contra el
narcotráfico?
Independientemente
del negocio político, económico, social, cultural que significan las drogas
para el poder, ambas son guerras inventadas ¿Realmente existen terroristas? No
es que los iraquíes, afganos y demás ciudadanos de países musulmanes odien a
EEUU sólo porque tienen un mejor nivel de vida, o porque sean “razas” sedientas
de sangre. EEUU lleva tiempo interviniendo política y económicamente su
territorio, saqueando sus riquezas e instaurando regímenes totalitarios
(historia conocida para nosotros en Latinoamérica). No es como para tenerles
cariño y esperarlos con té y pan caliente. La guerra contra el terrorismo es
funcional a los intereses económicos de EEUU y sus aliados, como también es una
excusa para vulnerar derechos dentro de sus propias fronteras, una forma de
control político. Por tanto, en este caso, la guerra durará tanto como sea útil
obtener petróleo y minerales desde medio oriente, y tanto como les sea útil
para justificar el presupuesto y facultades excesivos de las agencias de
seguridad; es decir, indefinidamente.
Pero EEUU
no es el único que se inventa y hace guerras para mantener su maquinaria de
inteligencia funcionando. Chile también lo hace. No tenemos terroristas, pero
tenemos delincuentes. La “seguridad ciudadana” viene siendo tema en las
elecciones y los noticieros desde hace muchísimo tiempo. La guerra contra la
delincuencia es otra guerra sin un enemigo fijo, sin un final visible. Si la
delincuencia se derrota eliminando las desigualdades educativas, económicas y
sociales que la sustentan, ¿por qué llenarnos de carabineros? ¿Por qué darle
tanta ínfula a la PDI? Porque son organismos funcionales al control que El
Poder quiere ejercer sobre los ciudadanos.
Hoy no es
práctico sacar a los militares a la calle, sus trajes de camuflaje llaman
demasiado la atención, pero los gobiernos de la concertación (especialmente
Bachelet) y ahora el de Piñera no tuvieron ni tienen problema alguno para
enviar a carabineros con armamento de guerra a atormentar a los Mapuches. En las poblaciones hay carabineros con
escopetas y metralletas custodiando ferias libres y esquinas, sin que la tasa
de consumo de drogas y delitos violentos haya bajado en proporción al número de
efectivos con armamento pesado, porque éstos cumplen una función política: hacer saber que existe un
poder fáctico permanente.
Los
encapuchados en marchas son otro negociado en términos de seguridad para el
gobierno. Hay más de una historia circulando por ahí sobre encapuchados que
llegan a las marchas en buses de la policía. Organizaciones de DDHH como los
Observadores de Casa Memoria José Domingo Cañas han constatado que las tácticas
de carabineros están orientadas a reprimir, marcar, torturar y horrorizar a los
manifestantes, no a los encapuchados ¿Cómo si no se puede asustar a una
generación que no vivió las calamidades de la dictadura si no es enmascarando
la represión como una forma de combatir gente antisocial?
Eso sí, hay
que agradecerle a Snowden por mostrar al mundo lo que se hace en EEUU, porque
en Chile los archivos de la DINA y la CNI siguen en manos del ejército y la
Agencia Nacional de Inteligencia, cuyas prácticas y objetivos también
desconocemos. La ciudadanía no se lo cuestiona, y si se llegara a saber algo de
las proporciones de lo que existe en EEUU, no duden que se justificará con una
“guerra contra algo”. El terrorismo, el narcotráfico, la delincuencia, los
encapuchados no son el problema, el problema son las guerras del siglo XXI.
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miércoles, 26 de junio de 2013
Sobre tomas y democracia
Se acercan las primarias y algunos colegios
están tomados. Horror. Los valores de la democracia se han perdido y los
estudiantes no respetan la institucionalidad republicana. Los medios discuten y
le preguntan a cuanta figura pública encuentran asociada a la política sobre si
deben desalojarse los colegios. El SERVEL desde las sombras amenaza con enviar
a las fuerzas armadas, las históricas “garantes” del sistema estatal. Entonces
muchos pensamos en que los estudiantes no son un enemigo y los militares están
para combatir enemigos ¿hay un enemigo interno? Otros, muchos otros, dicen que
sí, que ya es suficiente, que tienen que irse a clases, que hay que castigarlos
y que los militares en los colegios van a abrir paso a la “verdadera” forma de
hacer cambios; las elecciones.
Si bien yo pertenezco a un movimiento con mucha
vocación de poder (Revolución Democrática), lo primero que tengo que reconocer
en el escepticismo de los estudiantes, y lo que le resta peso a las elecciones
como argumento para desocupar los colegios, es que el sistema electoral no
cambia nada en la práctica. Hasta ahora en los debates televisados hemos visto
nula diferenciación entre los candidatos de la alianza, que a su vez no se
distancian en nada del actual gobierno; mientras que en la concertación, si
bien ahora se llaman a sí mismos “nueva mayoría”, mantienen el discurso y las
propuestas (con matices hacia la centro-izquierda con Gómez y hacia la derecha
con Velasco) de una vieja minoría que ya estuvo 20 años en el poder, y que
frente a los estudiantes se han deslegitimado tras desoír sus demandas y
consolidar un modelo que aún hoy son reticentes a cambiar. La elección para
esta nueva generación, y particularmente para los estudiantes movilizados, es
entre dos grupos que sólo se diferencian en temas valórico-eclesiásticos. Ello
le quita validez a las primarias, pues los bandos que participan de ellas no
son lo suficientemente heterogéneos como para dar la idea de efectividad del
voto, así como también, si miramos a los parlamentarios que muchas veces
acompañan a los candidatos de primarias, recordamos también que el binominal
mantiene al congreso (y al modelo) igual de estáticos que las primarias.
Cómo se espera entonces que los estudiantes que
han nacido bajo el alero de la Concertación y su eterna y superficial batalla
con la Alianza, valoren la democracia como aquellos que vivieron la dictadura,
si para ellos el sistema democrático no ha mejorado en nada su calidad de vida,
sino que ha perpetuado las desigualdades que existen en la sociedad. Actualmente
la única manifestación democrática a la que se hace referencia para defender el
“modelo democrático chileno” es el plebiscito que acabó con la dictadura, a pesar
de que en democracia heredamos sus mecanismos represivos y la estructura de las
FFAA y de orden se ha mantenido en las mismas condiciones.
Esto me lleva al segundo punto: ¿Deben ser las
Fuerzas Armadas los vigilantes del proceso eleccionario? ¿Si la sociedad civil,
o una parte de ella ocupan un espacio destinado a las elecciones, debe enviarse
a las FFAA en vez de buscar otro local? A veces uno no se cuestiona ciertas
cosas que parecen casi naturales, pero en lo personal creo que el que hayan
militares “defendiendo” la democracia me parece un resabio muy duro de un
sistema marcial que no quiere irse de nuestro país. El sólo hecho de plantear el
desalojo por la vía militar es considerar a los estudiantes movilizados como un
enemigo a combatir. En lo personal no creo que Chile tenga enemigos que
combatir, ni creo que existan, ni aquí ni en ninguna parte, enemigos internos
de un Estado. Obviamente, lo que nuestros militares y carabineros siguen
aprendiendo desde EEUU y su base en Concón es todo lo contrario.
Incluso dejando a las FFAA de lado, a los
militares vestidos de camuflaje verde que tanto se nos viene a la mente, en
este momento, las FFEE de Carabineros son un ente militar de choque entre el
Estado y la sociedad civil, son un ejército interno que ha sido usado para
maltratar y torturar no sólo a estudiantes, sino también trabajadores y
secundarios. Justo por estos días Observadores de DDHH hace una muestra sobre
lo que se ha constatado en torturas desde Fuerzas Especiales de Carabineros
hacia estudiantes.
Realmente como país tenemos poco y nada que
rescatar de nuestra democracia más que su simbolismo. El mismo simbolismo de la
democracia que los estudiantes son incapaces de comprender porque se los priva
de educación cívica cuando están en la escuela. Un país en donde las
instituciones son inamovibles, en donde las elecciones no cambian nada, en
donde el Congreso está atado de manos y en donde las instituciones represoras y
la lógica de la fuerza armada contra el pueblo sigue imperando en el qué hacer
estatal, es imposible pedirle a los estudiantes que desocupen su lugar de
estudio, que sienten les pertenece mucho más que un sistema que no les da
cabida ni solución a sus problemas.
Carta Abierta a Carolina Tohá sobre las tomas de colegios
“Las tomas de colegios no suman a la causa educacional”. (Carolina Tohá, alcaldesa de Santiago)
Señora alcaldesa,
En efecto, doña Carolina, las tomas de colegios no “suman” a la causa educacional.
Las tomas de colegios son una muestra de descontento, de soberanía y una forma de incomodar para obtener un fin. Originalmente, al menos durante el año 2006 y 2008, soñábamos que a través de las tomas podíamos presionar económicamente al sostenedor del colegio para que intercediera por nosotros ante las autoridades. Cortar los recursos de la asistencia mientras aún hay cuentas y salarios que pagar parecía una buena forma de sumar –forzosamente- a los reticentes y acomodados alcaldes y alcaldesas a la lucha por la educación pública. No fue, ni ha sido así hasta ahora.
Sin embargo, en ese espacio sin autoridades, donde nosotros teníamos que organizarnos para poder subsistir, administrar el ingreso y salida de recursos, racionar los alimentos, cocinar y limpiar, distribuir labores igualmente importantes como lo son la vigilancia contra ladrones y desalojos, el aseo y orden diario de las salas, la posibilidad de realizar actos culturales donde y cuando queramos, y el desenfreno hormonal y sexual nos dieron un sentido de comunidad que nunca ningún sistema educativo iba a poder darnos. Con eso nació también la idea de autoformarnos. No teníamos profesores ni asignaturas, pero podíamos elegir qué, cuándo y cómo aprender, así que empezamos a organizarnos para hacer desde preuniversitarios hasta clases de educación sexual. Todo lo que teníamos y queríamos tener en la escuela intentábamos tenerlo (precariamente) a través de la toma, y a veces funcionaba. Siempre, cada día, aprendíamos, reíamos, vivíamos y sufríamos la Toma.
Por supuesto, también está lo malo. La toma es un espacio violento, no toma consensos ni transa en nada. La toma es precisamente eso, la toma total del espacio y el poder en un recinto, la transformación de los ordenados en ordenadores y la formación de una burbuja anárquica (y no por ello desorganizada) dentro del inmueble. Es romper con la autoridad establecida y con la voluntad de, a veces, muchos otros que quieren seguir estudiando el currículum, que no les interesa la causa y que se sienten incómodos, o les da flojera participar en ese espacio. La toma significa arriesgar el mobiliario de los establecimientos, muchas veces roto y maltratado, significa que se rompen vidrios, que a veces se roban cosas, que se genera tensión entre los profesores y apoderados (usualmente reaccionarios) y los estudiantes, y que la dirección, sea cual sea, tiene que mantener una postura alejada, de reproche, y casi siempre de castigo frente a la toma. Este lado oscuro nos problematizaba, nos planteaba continuamente la necesidad de justificar la toma: es una lucha nacional, es por la educación de todos, es un espacio liberado, es necesario. Fueron muchas las consignas que usamos, y también sabíamos que muchos votaban por la toma para poder dejar de ir a clases, y luego confiaban en sus padres y en el sistema para volver a ir a clases, para que otros lucharan contra sus compañeros por ello. Después de la toma todo era distinto. La transgresión era demasiado fuerte, se generaban enemistades entre estamentos y a veces entre los estudiantes. El balance de la autoridad era siempre macabramente negativo y las consecuencias psicológicas y reglamentarias también.
¿Qué es entonces la toma? Para mí es un espacio roto, es las normas de un lugar absolutamente desechadas y reconstruidas nuevamente por la fuerza, y con una lógica distinta. La toma es la excusa de la flojera de algunos, pero también es la liberación de otros (quizás menos, pero unos válidos otros) que tienen ansias de construir, y que dentro de la toma construyen. La toma nos enseña a mirarnos a las caras y a dividirnos las tareas porque estamos construyendo algo, es un idealismo puro, reducido a un pequeño grupo de personas que aún sueñan. No estoy diciendo que la toma contribuya objetivamente hablando a la lucha por una mejor educación, pero la toma me enseñó a mí al menos muchas cosas que hoy son parte de mi discurso y que me han ayudado a crecer como persona y a madurar. La toma no es la forma de plantear un problema, pero llama la atención; la toma no es la forma de resolver un conflicto, pero a veces es la única forma de deliberar libremente, de construir libremente, de generar alternativas a la realidad que tienen los estudiantes; la toma no es un espacio de todos, pero es la única forma que queda en la que los estudiantes pueden sentir que tienen real control sobre sus vidas, sobre su espacio de educación; la toma no es familiar, pero algunos estudiantes necesitan alejarse de sus familias y encontrar una nueva, breve, efímera, en sus congéneres; la toma no es “democrática”, pero a través de ella yo aprendí lo importante que es la democracia en una sociedad de pares.
Es cierto, alcaldesa, las tomas no “suman” a la causa educacional; suman a la educación cívica, social, cultural y académica de los estudiantes, y son una de las últimas muestras de soberanía estudiantil que queda, y espero que las comprenda.
Gracias por tomarse la molestia de leer esta carta.
Atentamente,
Camilo A. García
Ex estudiante del Liceo de Aplicación
Ex estudiante del Liceo de Aplicación
lunes, 13 de mayo de 2013
El camino hacia la igualdad está minado de miedos absurdos
Mi generación se encuentra en un dilema, en un
proceso de creciente racionalización de la moral, democratización de los
sentimientos y politización de los afectos. Más allá de todo lo fashion que
pueda ser apoyar el movimiento gay, más allá de todo el státus que pueda darte
dentro de una conversación entre liberales de izquierda, la diversidad sexual
lentamente ha impuesto una agenda que se encuentra entre dos caminos: el
acomodamiento de “lo gay” a las instituciones, o la adaptación –forzada- de la
institucionalidad hacia “lo gay”. Y es que estos caminos llevan a
transformaciones sociales diametralmente distintas. Uno supone una
homogeinización de la subcultura ligada
a la diversidad sexual (“lo gay”) con los valores familiares tradicionales que
el estado promueve e impone a través del aparato legal; mientras que la otra,
más cercana a otros movimientos, supone la destrucción – y reformulación – de
estos valores y su simplificación, su actualización para poder contemplar,
respetar e incluir a la diferencia en la dinámica estatal y social.
En primer
lugar, me quiero detener en los tres procesos que mencioné al inicio: se
racionaliza lo moral, puesto que la religión tiene una influencia, que si bien
es considerable, que decrece inexorablemente. De esta forma, lo bueno y lo malo
van en franco camino a regirse sólo por lo que trae beneficio, perjuicio, o es
indiferente de acuerdo a indicadores medibles. Este cambio de valores supone
dejar atrás muchos prejuicios (todos los prejuicios, todas las opiniones
basadas en la “fe” y otras falacias con las que se nos suelen implantar
nociones sin sustento) y está recién empezando, pero confío en que en las
siguientes décadas podamos pensar la valorización de lo que actuamos de forma
más fría y cercana a lo objetivo; Se democratizan los sentimientos, puesto a
que hay una aceptación cada vez mayor a pensar (ergo, decir, incorporar al
discurso) que todos somos capaces de sentir, y que no hay limitaciones sociales
para ello; y se politizan los afectos: la afectividad debe ser utilizada y está
siendo cada vez más utilizada en la construcción política de los jóvenes. El
mismo discurso del movimiento estudiantil está basado en cierta parte en los
afectos, en la consideración del ser subjetivo como víctima y objeto del cuerpo
legal, y por tanto, un sujeto desconocido, pero con identidad al que se
reconoce como parte referente del qué hacer político.
En segundo
lugar, quisiera hablar brevemente del nacimiento de “lo gay”. Nace a partir de
la discriminación, y engloba no sólo a hombres que tienen sexo u afectividad
con otros hombres, sino que además a lesbianas, transexuales, bisexuales,
pansexuales y una infinidad de otras categorizaciones de segunda clase dentro de
la sexualidad en la sociedad. La exclusión de la diversidad sexual en la
construcción de la cultura popular durante el siglo XX, generó finalmente “lo
gay”, una cultura alternativa, una especie de “club de los que sobran” en el
que se maneja un lenguaje y un qué hacer distinto, con códigos propios,
bizarros a los ojos de los “normales”. El mismo término “gay” es una respuesta
a la patologización de la orientación sexual que supone la homosexualidad, que es una definición clínica; gay significa alegre, y desde este punto de partida se
ha construido toda una realidad alternativa en términos de moda, música, cine,
estética, sexualidad, afectividad y estilo de vida. Actualmente lo gay se asocia mucho al arribismo, al
machismo y a la exclusión interna dentro del movimiento por la diversidad
sexual, una supremacía masculina, sin embargo, en general y este texto en particular, la
cultura gay es mucho más que eso.
¿Por qué
preocuparse de la institucionalización de la diversidad sexual? Porque es
también una diversidad cultural, una realidad polifórmica y que en este momento
intenta ser absorbida por el aparato estatal, que viéndose imposibilitado de
castigarla, necesita normarla para controlarla. Henos aquí entonces con las dos
alternativas que señalaba al principio: La primera, institucionalizar y
acomodar “lo gay” al aparato estatal actual es un camino que se ha trazado para
el movimiento de la diversidad sexual desde varios frentes y que tiene un apoyo
político apabullante; “somos todos iguales, por ende la legislación debe
tomarnos a todos por igual”. Estas instituciones trascienden mucho más allá del
Registro Civil (cuyo reconocimiento hacia las diferentes orientaciones e
identidades sexuales sigue siendo prioritario en cualquier agenda del
movimiento por la diversidad sexual). La institución de La familia es, quizás,
la más amenazada por las reivindicaciones de reconocimiento e igualdad, y es
ésta institución la clave para definir el futuro valórico y cultural de “lo
gay”.
La adopción de una “familia convencional”, Papás, Mamás, Hijos, control, transmisión valórica, roles definidos, relación vertical entre padres e hijos… todas son características actualmente normadas y que le dan seguridad a las generaciones anteriores sobre la perpetuidad de su estilo de vida. Pero es también una familia estática, que impide la evolución de la sociedad ¿Tres padres? ¿Dos madres? ¿Padre soltero? La cantidad de gente que vive sola sin querer formar familia es también grande, y la institución del matrimonio es tremendamente dañina para cuando estas personas construyen proyectos de vida que no pasan por la familia con hijos. Partiendo por la desaprobación social, el hecho de que muchas políticas públicas estén condicionadas o dirigidas a que las parejas procreen y generen hijos, que la única familia aceptada por el momento es la heterosexual tradicional, siendo las madres solteras motivo de compasión, los padres solteros de suspicacia y cualquier otro modelo familiar es acusado de depravación y tomado con extrema cautela. La familia que se nos propone es una familia que transmite un proyecto social basado en la rigidez y en la organización vertical. Intervenir esta institución es sentar las bases para una nueva forma de convivencia y crianza que no es ni favorable al sistema ni a las consciencias limitadas de quienes defienden el modelo. Así mismo, con cómo van las propuestas de legislación actuales para regular las familias homoparentales, hay una homologación de la familia homoparental con la familia heterosexual tradicional. No se admite cabida, ni si quiera se ha pensado, en padres transexuales, por ejemplo; y por supuesto, se piensa en la familia como un aparato diseñado sólo para generar descendencia, y no comunidad. Las limitaciones del modelo por el que algunos pelean son evidentes y conducen a una perpetuidad en la moral ilógica que nuestra generación va camino a destruir.
El otro camino, es que la legislación se abra a aceptar y promover políticas antidiscriminación para que cualquier tipo de familia encuentre apoyo, cabida y aprobación dentro de la sociedad. Ello implicaría la aparición y masificación de otros modelos de crianza y desarrollo de comunidades con valores más laxos, no por ello menos positivos. Implicaría que “lo gay”, si bien inevitablemente se fundirá con la sociedad, lo hará de forma paulatina, aportando un rupturismo estético y valórico sin precedentes. En este camino, el Estado juega un rol de mediador hacia la aceptación de realidades diversas, más que como un gran homologador y castigador de la diferencia. Evidentemente supone un remesón importante en la forma en la que se constituye la sociedad. Las interacciones varían, la posibilidad de encontrar acogida independientemente de lo que se considere correcto o negativo según los principios sacros, es un avance importante. Sin embargo, esta ruptura con el modelo autoritario de familia implica también una ruptura con el modelo autoritario para relacionarnos, acelerando el proceso de racionalización moral precisamente a través de la democratización de la forma en la que el estado comprende los sentimientos y la afectividad, y el descarte absoluto del fascismo como forma de interacción entre pares. Significa reconocernos como pares, sin importar nuestra situación de nacimiento.
En este panorama estamos, es el gran dilema. Y aunque algunos como Rolando Jiménez aspiren al congreso para conseguir la normativización, para conseguir ser aceptados e incluidos en la idílica familia prometida del sueño americano (secundados, por supuesto, por los partidos tradicionales y buena parte de Fundación Iguales); otros se levantan desde la diferencia exigiendo reconocimiento sin intervención, sin condiciones. El derecho de ser es el más violentado hoy en día en nuestra sociedad y es el que debemos reclamar con más fuerza: El derecho de ser sin condiciones, sin exclusiones, sin letra chica; de poder crear en nuestro espacio personal lo que individualmente queremos, lo que colectivamente soñamos. La normativización del ser es, por supuesto, una amenaza, gatillada porque al ejercer ese derecho se intervienen demasiadas realidades, se inseguriza a demasiada gente, se amenazan los cimientos de demasiadas autoridades. Claramente no es el momento en el que podremos ser y crear sin fronteras, pero sí podemos tomar el camino para llegar allí.
Camilo A. García
jueves, 18 de octubre de 2012
Poder
¿Acaso el dinero mueve al mundo? ¿Es realmente el
dinero lo más importante que hay en nuestra historia, la motivación de guerras,
auges y caídas? Yo creo que es el poder. El sencillo acto de hacer que algo o alguien
haga B sin necesitar o querer hacerlo, forzar un cambio conductual, personal o
colectivo. El poder significa una extensión de la voluntad y del cuerpo para
lograr cualquier fin que se proponga, en tanto sea proporcional a la cantidad
de poder que se ostente. Porque sí, el poder es cuantitativo, aunque no exista
una forma universal de medirlo y expresarlo, el poder se tiene en cantidad.
Y es que a lo largo de la historia hemos intentado
representar el poder como algo físico, más allá de los medios concretos para su
obtención (violencia y belicismo, emocionalidad y retórica, relaciones
sociales, etc.) Hoy por hoy, dinero es la representación concreta del poder.
Quien tiene dinero puede comprar muchas cosas, medios para lograr sus fines,
puede pagar influencia y fuerza. El Dinero, lejos de ser una representación
abstracta de los bienes que existen en un mercado, es la representación
concreta del poder, reflejada en esos bienes o riquezas. El afán de dinero es,
en el fondo, afán de poder. Se entiende que el dinero es finito, pero el poder no
lo es. Por ello la acumulación constante y sonante, la desesperación por las
cifras positivas y una acumulación que progrese con el menor uso de ese
potencial posible.
Una redistribución de la riqueza, entonces, es, a la
vez, consecuencia y resultado de una redistribución de poderes. La misma
democracia contemporánea funciona como una expresión del sistema económico, en
el que pocas personas influyen a grandes cantidades de personas para que cedan
su pequeña cuota de poder y los mantengan en la misma situación en la que
están. El sistema económico y el capitalismo financiero hacen lo mismo con los
consumidores: cada individuo representa un pequeño monto de capital que se
produce mensualmente, y que los bancos aspiran a acaparar para que sus aportes
mantengan funcionando a todo el sistema.
La banca se relaciona estrechamente con la política
legislativa a través del lobby. El lobby no sería posible sin dinero: los
viajes, regalos y depósitos con lo que se intenta seducir (y en el fondo,
ejercer poder) a los congresistas. La unión entre el poder del estado y el
poder del dinero se hace patente el lobby.
Los dispositivos de dominación son variados: la
normalización cultural que impone la televisión y los medios de comunicación
masivos y concentrados, que a través del entretenimiento nos hipnotizan para el
consumo. El poder se ejerce generando crisis monetaria: crisis de poder, crisis
de dinero; ergo: hambre y necesidad, sumisión. El poder se ejerce mediante la
formación, a través de la amenaza del castigo para impulsar a los individuos a
adquirir costumbres y conocimientos; el uniforme en la escuela y el trabajo
como anulación de la identidad personal, la numeración del individuo que mata
toda idea, la individualización de la crítica y la colectivización de la culpa
para mantener anulada la identidad, baja la moral y alta la sumisión. El orden
como imposición, en la sociedad, en la calle y en las familias. La obediencia
es guardada por madres y policías, fuerzas coercitivas que defienden por igual
un modelo de sociedad, por un lado el proyecto familiar, por otro el proyecto
oligárquico de distribución de poder.
Quien no sabe cómo actúa el poder no puede desarmarlo.
Por eso el mayor poder que se puede ejercer sobre alguien es quitarle el saber.
Saber es poder. Quien no sabe que está siendo coercionado por alguien, no puede
rebelarse contra esa manipulación. De ahí la importancia de la mala educación,
de la incapacidad de crítica, de la incapacidad de organización, de borrar la
memoria y evitar el análisis; evadir desde la niñez completamente el
cuestionamiento al poder, definiendo un modelo de crianza que genera autómatas.
Si nuestro fin es la paz, el equilibrio, la felicidad,
la sustentabilidad de nuestra especie, no podemos permitir que el poder se
concentre. La concentración del poder causa que los caprichos acaben con vidas
y con el mundo. Para ello, la retoma del poder debe partir por una retoma del
conocimiento, la contestación de discursos y la generación de identidades
individuales, voluntades colectivas y la organización por la retoma del dinero
para que sea de todos, y en definitiva, nos demos cada uno cuotas de poder.
El fin del poder, es la autonomía. Si en un mundo
utópico nuestra voluntad es de hierro, nuestra consciencia infinita y nuestro
saber un bien consolidado, el poder deja de tener formas ni razones para ser,
pero en tanto sigamos como entes imperfectos, el poder seguirá siendo no sólo
algo que existe, sino también algo necesario para el entramado social, las
redes que necesitamos crear y mantener para hacer vida en sociedad dependen de
relaciones de poder, que hoy por hoy son verticales, pero que se pueden dar en
cualquier sentido.
sábado, 15 de septiembre de 2012
#YoNoPrestoElVoto, o por qué la desconfianza en la política impide mejorar la política
Hace no muchos días me enteré de la campaña que
están emprendiendo varios grupos de estudiantes secundarios y universitarios de
“funar” las elecciones a través de la iniciativa #YoNoPrestoElVoto, que hace un
llamado a no votar por quienes, por años, nos han traicionado usando sus cargos
para fines personales. También es, tácitamente, un llamado a no votar.
Comparto plenamente la idea de que los
políticos se han convertido prácticamente en una casta dentro de nuestro país,
y que al momento de enfrentarse a las elecciones no hay realmente ninguna
capacidad de elegir alternativas políticas. Se vota por un apellido, por una
sonrisa, por el candidato que sale al lado de Bachelet, Golborne o Allamand. El
sistema binominal y los partidos políticos tradicionales (todos entre el
Partido Comunista y la UDI) nos han acostumbrado que no importe por quién se
vote “seguiremos igual”. Comparto esa opinión.
En mi comuna por lo menos, Santiago Centro, no
importa si voto por Zalaquett o por Tohá. Quizás Zalaquett encarna algunas de
las peores cosas que puede encontrar uno en militantes de la UDI. Pero sea como
sea, Tohá es de la misma concertación que no apoyó a los estudiantes en la revolución
pingüina del 2006 y tanto ella como el abanderado de la derecha van a seguir
dando concesiones a cafés para que funcionen como prostíbulos encubiertos,
seguirán permitiendo la destrucción del patrimonio arquitectónico e histórico
de la comuna para la construcción de edificios de departamentos y no ofrecen
soluciones concretas a los problemas de seguridad, infraestructura vial ni
creación y cuidado de áreas verdes que necesita la comuna.
Sólo en el último año algunas voces dentro de
la concertación han levantado propuestas radicales como la asamblea
constituyente (Algunos miembros del partido radical), pero también otros han
repudiado esas iniciativas escudándose en lo cómoda que están los políticos en
Chile (Escalona y su discurso que no vale la pena comentar). Si algo han hecho
Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet ha sido consolidar el modelo neoliberal en
nuestro país, y lo han defendido con dientes y uñas. No son oposición. Pueden
diferir de los valores morales del Opus Dei y los Legionarios de Cristo, pero
no son distintos en absoluto a la UDI y RN en todo lo demás. Y el hecho de que
con tanto empeño el Partido Comunista busque entrar en la Concertación, y que
sus diputados tengan tan bajo perfil en el congreso es también señal inequívoca
de que pertenece, o quiere pertenecer a nuestra “casta política”.
Por eso puedo comprender, y hasta incluso
compartir la campaña de #YoNoPrestoElVoto, porque yo tampoco quiero usar mi
recién ganado poder de voto para elegir a los mismos de siempre. Pero donde
difiero, y donde creo que se manifiesta la inmadurez de la iniciativa, es que
en vez de proponer una alternativa, es una funa total ¿qué sucede con
candidatos ciudadanos que sí se posicionan como una alternativa como Josefa Errázuriz?
¿qué sucede con los intentos de los jóvenes de incursionar en la política? El
sistema necesita cirugía mayor, pero eso no significa que todas las campañas e
intentos de entrar en la política sean malos.
Incluso si se vea como una alternativa
relativamente sensata el no elegir ninguna alternativa, me preocupa la falta de
visión política. El movimiento social no puede triunfar si no ocupa los
espacios políticos, y no podemos esperar eternamente la muerte de los partidos
políticos tradicionales, ni que quienes están extremadamente cómodos con el
modelo vayan a hacer algo por cambiarlo. Para acompañar la funa a estas
elecciones debería venir, a lo menos, la idea de construir un nuevo referente,
diferente del Partido Comunista y la Concertación, ideado y controlado por
quienes están (estamos) hartos de la política convencional.
Por eso, no basta con funar la política
tradicional para cambiarla. Dar vuelta la cabeza y dedicarse sólo a la crítica
sólo dejará que las cosas sigan su curso sin los jóvenes, que hasta ahora no
han sido una fuerza política. En mi caso, #YoNoPrestoElVoto a nadie, pero
tampoco quiero desperdiciarlo.
Camilo A. García
jueves, 16 de agosto de 2012
La difícil tarea de profundizar el debate secundario
Siempre he sido muy crítico del fundamentalismo
en las organizaciones secundarias. La polarización de posturas finalmente
limita el debate a cosas básicas, como la inclusión (o no) de partidos políticos,
o la desmunicipalización de la enseñanza; cosas en las que se puede tener total
consenso o división, sin matices. En esos casos es fácil levantar arengas (como
funar las elecciones) para arrear a la mayor cantidad de colegios a cada
organización (son ideas atractivas, que suenan radicales) y llamarse
consecuente ante ideas básicas, pero el análisis sobre educación se detiene y
el discurso público de los voceros pierde base y sentido.
Para hacer cualquier cambio democrático hay que
lograr primero un cambio en las conciencias de la ciudadanía. El año pasado se
introdujo el movimiento estudiantil con grandes manifestaciones culturales que
le gustaron mucho a la gente. Este año la tónica ha sido la represión policial de
cualquier manifestación de descontento que, por supuesto, vuelve a los jóvenes
más violentos. Estas manifestaciones de violencia son naturales, no son
demoniacas ni mucho menos van a partir al país en dos, pero la visión que la
opinión pública tiene de ellas es nefasta. Independientemente de si se apoya o
no la violencia callejera, un poco de cinismo a la hora de hablar del tema no
vendría mal. Responder a ese tipo de cuestionamiento, con propuestas y
soluciones concretas en educación, tampoco.
Y es que las demandas actuales del movimiento
secundario evidencian el estado de agonía por el que pasa la educación en Chile:
Si las tres mayores demandas son reconstrucción, cese de hostigamiento político
y desmunicipalización, entonces quiere decir que ni si quiera existen las
condiciones básicas para estudiar y debatir (perfecto, eso lo sabíamos todos).
Llevar la discusión más allá de lo superficial sería una excelente idea.
Claramente cuando tienes un colegio de cartón es difícil pensar en teorías
educativas, pero para las asambleas no es tan complicado. Se hizo el 2006 y se
puede hacer este 2012.
Hablar de, por ejemplo, ¿cómo deberían aprender
los estudiantes? ¿de qué forma tiene que modificarse la relación entre los
estudiantes y sus profesores y colegio para que mejore la calidad de la
enseñanza? Son preguntas difíciles y que tienen necesariamente un trasfondo
ideológico (¿qué rol tiene el profesor? ¿es una autoridad o es un guía? ¿deben
ser los colegios inclusivos? ¿cómo se justifica el autoritarismo de los
sostenedores en el modelo?) pero necesarias para la evolución del movimiento, y
evitar estancarse en discursos “panfleto” como los que he escuchado
últimamente, que sólo buscan agitar a una masa de personas que por lo demás ya
es consciente de los problemas. Profundizar el debate es, además, empoderarse y
dar un paso adelante, decirle al gobierno y la ciudadanía que los secundarios
no sólo luchan, sino que tienen la madurez para pensar en soluciones para el
mayor problema que hay en este momento: la educación escolar.
Incluso una nueva forma de pensar en la
incursión política. La constitución chilena debe ser cambiada, y el proceso
constituyente es una necesidad, pero rechazar cualquier intento de participar
en política es nefasto. En un sistema político que necesita más jóvenes no se
puede tener a las organizaciones de jóvenes llamando traidores a quienes opten
por una vía “oficial”; más allá de las aprehensiones que se puedan tener con
los partidos políticos, que comparto totalmente, la vía oficial, lejos de ser
traición, es una propuesta alternativa para llegar a un mismo objetivo, válida
en tanto mantenga sus ideales.
Con un discurso más majadero, que haga énfasis
constante en los errores del gobierno, la perversidad del actuar de las FFEE en
las movilizaciones, los montajes y la relación evidente que hay entre los
políticos y el negocio de la educación se puede neutralizar la campaña de
desprestigio del gobierno, e incluso contrarrestarla. Un debate sobre educación
que crezca en complejidad y en propuestas, que bien puede ser ayudado por
académicos que apoyan al movimiento; y mayor tolerancia hacia los proyectos
distintos que puedan emerger del movimiento social, el movimiento estudiantil
puede convertirse en un movimiento ciudadano, político e ideológico que logre
cambiar la educación y la democracia en Chile.
Camilo A. García
domingo, 8 de abril de 2012
Un país de mierda
Anteriormente ya había dicho que no me gusta vivir
en un país que es incapaz de aceptar que soy un ser capaz de amar. Quizá si lo
acepte, sólo que no quiere o no le gusta o sencillamente es un país de mierda.
Yo mismo me siento un poco parte de esa mierda por usar el caso de Daniel
Zamudio como ejemplo, por manosear el nombre de ese compañero de “gremio” que fue
enterrado con esvásticas grabadas en su cuerpo.
El odio y la intolerancia alcanzaron su punto más alto, no en Daniel, sino en los descerebrados de sus agresores. Los estúpidos nazis chilenos no son nada más que una parte de nuestra idiosincrasia hecha persona. Hay una carta en la puerta de la posta central sobre “nuestra cultura de la burla”. Nuestra cultura promueve muchos tipos de odio y no nos damos cuenta, o no nos interesa, o nos interesa sólo cuando muere alguien. Es una situación incómoda y hay que sacar un discurso progresista para salir de ella. Si hasta Zalaquett ahora apoya a los homosexuales después de todas las redadas que han hecho los nazis en el Parque San Borja o en el Parque Forestal y de las que el municipio ha sido testigo y cómplice.
El odio y la intolerancia alcanzaron su punto más alto, no en Daniel, sino en los descerebrados de sus agresores. Los estúpidos nazis chilenos no son nada más que una parte de nuestra idiosincrasia hecha persona. Hay una carta en la puerta de la posta central sobre “nuestra cultura de la burla”. Nuestra cultura promueve muchos tipos de odio y no nos damos cuenta, o no nos interesa, o nos interesa sólo cuando muere alguien. Es una situación incómoda y hay que sacar un discurso progresista para salir de ella. Si hasta Zalaquett ahora apoya a los homosexuales después de todas las redadas que han hecho los nazis en el Parque San Borja o en el Parque Forestal y de las que el municipio ha sido testigo y cómplice.
El humor sobre los homosexuales es siempre una
exageración de nuestra sexualidad, el término “maricón”, por mucho que el
SERNAM quiera volverlo sinónimo de agresión a la mujer, significa “poco hombre”,
y en el fondo, “homosexual”. Es un termino despectivo difundido cuando, hace no tan poco, ser homosexual era
un crimen. Así como desde pequeños sabemos que “maricón” es algo malo, también
sabemos que tenemos que ser “bien hombrecitos para nuestras cosas” porque las
mujeres son demasiado mujeres para el honor. Y crecemos con la idea de la
unidad nacional y el orden público como objetos últimos de la política.
Somos mucho más fascistas de lo que creemos
ser. No nos permitimos la discrepancia, ni la protesta. No permitimos que
nuestros niños respondan a nuestros retos. No podemos protestar, ni agarrarnos
a trompas con el carabinero que nos agarra a palos. Pedimos sumisión y llamamos
al odio. Llamamos al odio Llamamos al odio Llamamos al odio. Quiero repetirlo
hasta quedar disfonico. En un país que odia los nazis son sólo una consecuencia
lógica. Me da igual si se dicen “neonazis”, “nacional socialistas” (NAZI, en
alemán), “nacionalistas” o miembros del Frente Orden Nacional. Como sea son
enfermos vástagos de una sociedad que los parió para ignorarlos y culparlos de
sus vergüenzas. Y están creciendo en número.
Estoy hastiado con toda esta hipocresía de país
correctito que le achaca la pobreza a la flojera para poder quitarse
responsabilidad. Cuando tapamos nuestra intolerancia con mandatos morales como
“la familia”; cuando hablamos de la santidad de la vida desde la concepción y
nos olvidamos de los vivos una vez que nacen.
Por respeto a Daniel Zamudio lo voy a dejar en
paz, y voy a hablar y cargar con los verdaderos culpables, que somos todos
nosotros.
lunes, 17 de octubre de 2011
La dictadura silenciosa parte 1: Oportunidades y Derechos
Que nadie lo niegue: aunque el Ministro Lavín tenga cara de tonto, no es tonto, como tampoco lo es nuestro ignorante presidente. Es por eso que cuando dijo que la dictadura había hecho una revolución silenciosa, ciertamente supo manifestar de forma bastante concisa que el gobierno militar cambió diametralmente la dirección del país desde el ‘73 hasta el ‘87. En menos de 20 años habíamos pasado del “socialismo” allendista al neoliberalismo importado de Chicago. El modelo estaba fresco, se perfeccionó lo más que pudo y en los 10 años siguientes se desarrollaría todavía más: un grupo político anunció el cambio y trajo consigo la confianza y la apatía que les permitió tomar las riendas del nuevo sistema (e incluso profundizarlo y recibir con ello aún más grandes réditos), los jóvenes terminaron por abrazar la apatía y con ello la revolución estuvo completa: un nuevo sistema político, social y económico se había instalado y la gente no lo identificaba, sólo entendía de caras: Pinochet, Manuel Contreras, Mónica Madariaga. Incluso hubo algunos colados que “pasaron piola”: La Democracia Cristiana (otrora golpista), Labbé (antes represor), todos los altos cargos del ejército y la policía se mantienen eventualmente en las mismas familias.
Hoy me quiero detener en la primera: oportunidades
en vez de derechos. Los mismos estudiantes nos perdemos cuando nos referimos a
la igualdad de oportunidades, olvidándonos de la opcionalidad implícita del
término. Es por esto que cuando los señores revolucionarios del gobierno hablan
de educación con igualdad de oportunidades, no se refieren a educación para
todos, sino que educación para “los que quieren”. Obviamente el querer educarse
o no depende mucho de la formación de los padres, el entorno socioeconómico y
la estimulación temprana del individuo, por lo que los pobres “tomarán” menos
oportunidades; ello por falta de capacidad o ganas, pero tomarán menos, y
entonces, el problema del acceso a la educación, les será atribuible a “los
flojos pobres”, puesto que 49% de los chilenos de verdad cree que la pobreza
está estrechamente ligada a la flojera (CEP de dic/2010).
Extrapolemos el “sistema de oportunidades en la
educación” (sistema privado-subvencionado-público) a la salud, el trabajo, la
vivienda, la previsión y el desarrollo cultural y veremos que en realidad, la
elección no es real, por tanto las políticas del gobierno en esas materias, en
tanto no aseguren derechos y designen como responsables a organismos que puedan
realizar de manera efectiva el cambio para su cumplimiento, no estarán
avanzando realmente, sino que creando nichos de mercado para la inversión
privada. Tal como lo hizo fallidamente Pinochet hace 20 años al desmembrar las
empresas del estado, algo en lo que luego la concertación fue exitosa, pues
generó estabilidad política para darle seguridad a esta inversión de recursos.
Esta nueva y “revolucionaria” forma de ver la
administración pública atraerá inversores como moscas y deteriorará la calidad
de vida a niveles alarmantes (peores que ahora). Así como los inversores no
quisieron venir entonces por la inestabilidad política, la única forma de
evitar la “oportunización” de nuestros derechos es generar la suficiente
tensión para que el valor de las acciones ya no influya en nuestras vidas.
Camilo A. García
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